Guardianas del Corazón

 

Guardianas del Corazón

En lo alto de las nubes más blancas, donde el sol acaricia el cielo y las estrellas sueñan, vivían las Guardianas de los Corazones. Eran siete: Lía, Mara, Tami, Duna, Sira, Zoe y Alma. Con sus gorros rojos altos y sus lanzas en forma de corazón, estaban listas para proteger lo más importante del mundo: el amor.

Cada mañana, las siete se reunían en el Gran Mirador Celeste para repasar su entrenamiento. Practicaban movimientos de equilibrio en las nubes, lanzaban sus corazones con precisión y entrenaban juntas para mantenerse fuertes.

—¡Uno, dos! ¡Corazón a salvo! —gritaban al unísono, mientras sus lanzas centelleaban con la luz del sol.

Un día, el viento les trajo un desafío inesperado: un torbellino de viento travieso, que jugaba a desordenar las nubes y a cambiar de lugar las estrellas. Las Guardianas sabían que, aunque era un juego, si no lo detenían, el cielo se volvería un caos.

—¡En guardia! —ordenó Mara, su líder, con voz firme.

—¡Preparadas! —respondieron todas, levantando sus lanzas al cielo.

Se colocaron en formación: dos al frente, dos a los lados y tres cubriendo la retaguardia. Juntas formaban un círculo perfecto de valentía.

Con paso decidido, avanzaron hacia el torbellino, que giraba y reía como un remolino juguetón. Cada Guardiana recordaba las palabras que su maestra les había enseñado:
—La verdadera fuerza nace de la unión y del valor de enfrentar lo desconocido.

—¡No vamos a dejar que tu juego desordene el cielo! —exclamó Sira, apuntando su lanza.

—¡Juntas somos imparables! —añadió Tami, sonriendo.

Mientras el torbellino giraba a toda velocidad, las Guardianas se tomaron de las manos y alzaron sus lanzas al cielo. Sus corazones brillaron como estrellas, y el remolino comenzó a calmarse, hasta convertirse en una brisa suave y juguetona.

—¡Lo logramos! —gritó Alma, feliz.

—Porque nunca luchamos solas, siempre lo hacemos juntas —respondió Lía, con orgullo.

Desde ese día, las Guardianas supieron que, aunque el viento pueda ser fuerte y las nubes puedan ser altas, ningún reto era demasiado grande para ellas mientras estuvieran unidas.

Y cada vez que el cielo necesitaba valor, ellas aparecían, con sus gorros rojos altos y sus lanzas en forma de corazón, listas para proteger el amor con la fuerza de la amistad y la valentía.

Porque ser valiente no es no tener miedo: es estar dispuesta a enfrentar cualquier reto con el corazón en alto, sabiendo que juntas, nada puede vencerlas.